El interbloque kirchnerista en la Cámara Alta enfrenta horas decisivas tras el recambio legislativo. Con una nómina consolidada de 28 senadores, la conducción del espacio trabaja a contrarreloj para abroquelar a la tropa y evitar fugas que debiliten su poder de fuego ante el gobierno de Javier Milei. El objetivo estratégico es mantener la cohesión total para hacer valer su peso como primera minoría, lo cual es fundamental para bloquear o negociar la agenda parlamentaria del oficialismo e impedir que La Libertad Avanza consiga fácilmente el quórum de 37 legisladores necesario para sesionar.
Sin embargo, esta tarea de contención se desarrolla en un clima de marcada ebullición interna. Varios legisladores, especialmente aquellos que responden a los gobernadores provinciales del PJ, han comenzado a plantear exigencias concretas sobre la necesidad de instaurar un "nuevo orden" en la toma de decisiones del bloque. Estos sectores reclaman una conducción más horizontal y federal, cuestionando la verticalidad histórica impartida desde el Instituto Patria y advirtiendo que la unidad legislativa solo será sostenible si se habilita una discusión profunda y democrática sobre el futuro y la identidad del peronismo.
La tensión es palpable en los pasillos del Congreso, donde las negociaciones son frenéticas para evitar una diáspora. Para el núcleo duro del kirchnerismo, conservar los 28 votos "sin fisuras" es una cuestión de supervivencia política: cualquier ruptura o el surgimiento de un sub-bloque "dialoguista" le entregaría al oficialismo la llave de la gobernabilidad en el Senado. Por ello, la estrategia actual se centra en contener a los heridos y renegociar el reparto de poder en las comisiones, intentando que las diferencias ideológicas sobre cómo ser oposición no terminen fracturando la herramienta institucional más importante que le queda al frente opositor.